Nasrudín llevaba un trozo de carne en una mano y en la otra la receta para cocinarla. En cierto momento, un buitre se abalanzó sobre él arrebatándole la carne, ante lo cual Nasrudín lo increpó: “¡Tonto! ¡Tú tendrás la carne, pero yo aún tengo la receta!”
A lo largo de nuestro proceso de desarrollo como seres humanos, existen tres aspectos igual de importantes a considerar, si deseamos que éste sea óptimo, eficiente y con efectos perdurables. Subrayo la palabra «proceso», para recalcar que hablamos de una secuencia, de un viaje si se prefiere, que se va desenvolviendo a lo largo del tiempo y no sin poco esfuerzo. No es algo fortuito ni aparece de la noche a la mañana.
Las tres claves del dar son:
Darse-Cuenta
Actitud y aptitud van de la mano para lograr hacer de nuestra auto-observación un excelente medio para conocernos. Instalar y cultivar el observador interno o «testigo» permite que lo que es y está sucediendo lo podamos apreciar de forma más nítida y con mayor objetividad, sin la distorsión de los muchos filtros que poseemos.
Cierto día Nasrudín fue a cambiar un cheque y el cajero le pidió que se identificara. Sacó un espejo de su bolsillo y después de limpiarlo, se miró en él, y dijo: “Sí, ése soy yo”.
Como Nasrudín, necesitamos re-conocer nuestra verdadera identidad. Realizar una investigación en lo profundo de nosotros mismos. Requerimos estar atentos al momento presente, a cómo éste se revela y, simultáneamente, atentos a la manera en que nos desenvolvemos nosotros a través de él. Observando cómo pensamos, sentimos, actuamos y nos relacionamos; y sobre todo qué es aquello que nos motiva o dirige nuestro comportamiento desde la máquina del sótano. En resumen: con qué clase de estrategia vamos por el mundo. Bien puede ser una que nos fue muy útil en nuestra primera etapa de la vida, pero que ahora nos limita y no permite que probemos otras cosas que no vendrían mejor.
La culpa, el castigo y la lamentación los dejamos fuera en nuestra auto-observación. Se evalúa, no se juzga lo observado. Y es a través de este trabajo y la constancia sobre él como podremos ir restándole fuerza a nuestras reacciones mecánicas, impregnando nuestros actos de mayor conciencia y dando paso a la responsabilidad, entendiendo esta como la capacidad de responder de forma no-condicionada a lo que la situación actual demande, sin excesos ni omisiones. Comenzando un proceso de clarificación o depuración de nuestras motivaciones y dejando lentamente de engañarnos a nosotros mismos.
Acá entra en juego la segunda de las tres claves del dar:
Darse-Amor
Aceptación, respeto, compasión, acompañamiento y ternura para con nosotros mismos y la experiencia que estamos viviendo. En una sola palabra: “gentileza”. Conviene recordar que nadie comete errores a propósito. No existe persona que busque consciente llenar su vida de sufrimiento. Nadie se levanta y dice: “hoy me voy a equivocar tantas veces como sea posible”. Lo que sucede es que nos encontramos aprendiendo dentro de un gran proceso pedagógico y como todo aprendiz nos equivocamos mientras aprendemos.
Nasrudín fallecía de hambre cuando pasó por una aldea y escuchó que un rico terrateniente agonizaba.
– Soy doctor – les dijo a los aldeanos -, llevadme a su lado.
Una vez ahí, le tomó el pulso al enfermo y pidió una comida con pasas, pan y queso de cabra frescos. Los sirvientes se la trajeron y se fueron. Nasrudín comió los alimentos y rogó a Dios por el viejo. Justo cuando dejaba la villa, el hombre murió.
– Tu remedio resultó contraproducente – le increparon los aldeanos.
– Agradeced – replicó Nasrudín -, si no hubiese sido por mi remedio, serían dos los que hubiesen muerto.
Amar implica que a la primera persona que amo es a mí mismo. A la primera persona que respeto, valoro y acepto es a mí mismo y mi primer compromiso es desarrollar la capacidad de apreciar y agradecer lo que está presente en mi vida. Un ser humano que ha aprendido a ser feliz tiene la capacidad de mostrar al otro cómo serlo y acompañarle. Un ser humano que no ha aprendido a ser feliz es un peligro, dado que espera que sea alguien más o el entorno quien le proporcione la felicidad, con la consecuente frustración de no conseguirlo. Cierro mi círculo vicioso cuando busco afuera a qué o a quién culpar de la infelicidad que yo siento por dentro.
Amar no significa auto-indulgencia, permisividad o narcisismo. Implica una comprensión profunda de aquello que estamos experimentando y el compromiso con nosotros mismos de aprender de cada experiencia que vivamos, para poder integrarla, trascenderla y expresar cada vez más las cualidades que cada uno de nosotros posee.
Ocuparme primero de mí mismo, no es egoísmo. El egoísta es alguien que no quiere involucrase y poner ningún esfuerzo personal. Pretende que todo y todos cambien para él sentirse mejor.
Darse-Tiempo
Un día, un vecino le dijo a Nasrudín: -¿Tienes un vino que sea de cuarenta años?. -Por supuesto -¿Me puedes dar un poco? -Si le diese un poco a todos los que me lo piden ¡No tendría un vino de cuarenta años!
Tendremos que concedernos el tiempo suficiente para conocernos y también para “cocernos», madurar y poder «dar fruto». El tiempo es importante porque permite bajar a tierra la información; aterrizar y constatar las ideas y, sobre todo, ponerlas en práctica. Integrar la información en nuestro diario vivir y comprobar a través de los resultados obtenidos la veracidad de nuestras premisas. Es como si asistiéramos a un proceso de gestación o parto, en el cual es necesario que se vayan formando ciertas áreas y partes cada vez más complejas que al final den como resultado un todo mayormente integrado.
Nasrudín decide que le podría ser útil aprender algo nuevo. Va a ver a un músico y le dice: -¿Cuánto cobra por enseñar a tocar el laúd? -Treinta piezas de plata por el primer mes; luego, una pieza por cada mes subsiguiente. -«¡Excelente!, comencemos por el segundo mes, entonces”
De la misma manera que uno no nace e inmediatamente ingresa a la universidad, existen etapas, momentos y experiencias previas que garantizan el desarrollo de las subsecuentes. «No por mucho madrugar, amanece más temprano» reza un dicho popular que aplica aquí de maravilla.
Constancia seria la palabra para definir la actitud adecuada en este peregrinar y reencuentro con nosotros mismos.
Hemos estado gran parte de nuestra vida alejados de lo mejor que cada uno de nosotros posee y es ahora el momento de realizar el viaje de vuelta. Este camino de regreso no tiene por qué no ser una experiencia amplia y liberadora en todos los sentidos. Una experiencia que es digna de disfrutarse tomándonos el tiempo necesario en ella.
Ya estamos pues en el camino: sin prisa, pero sin pausa.