El orgullo (eneatipo 2)

Las Pasiones Capitales
II. El Orgullo

Por Alfonso Colodrón. Ilustraciones: Ana Roldán.

La Donante - © Ana Roldán
La Donante – © Ana Roldán

Ella -porque era una «ella» y no un «él»- entró en mi consulta con paso elegante de gacela, se sentó en el sillón con una desenvoltura algo llamativa y me miró unos instantes directamente a los ojos como si me preguntara con la mirada: ¿reconoces mi belleza de alma?. Sin darme tiempo a que yo pudiera verificar si se trataba simplemente de una fantasía mía o de una intuición basada en la experiencia, me ofreció maternalmente una pastilla para la tos al oírme carraspear, al tiempo que me aconsejaba: «Tómate este caramelo de propóleo y miel y verás cómo se te pasa la tos. Supongo que no fumas, pero quizá vas demasiado poco abrigado con estos bruscos cambios otoñales de temperatura».

Es éste el primer recuerdo que me ha venido a la mente al iniciar estas reflexiones sobre las personas cuyo patrón de comportamiento viene esencialmente motivado por la pasión del orgullo. Pero lo mismo que los auténticos iracundos tienen tapada su ira, los orgullosos del eneagrama no suelen ser conocidos por su orgullo, sino por su davidosidad y preocupación por los demás, que puede resultar invasiva. No son los burdos y soberbios luciferinos de los que nos hablaban los curas cuando trataban el pecado capital de la soberbia, sino ese tipo de personas que van siempre cubriendo las necesidades ajenas, movidas por el ansia de ser reconocidas, de ser queridas, de recibir lo que con tanta generosidad ofrecen sin que nadie se lo pida.

Su intensa necesidad de amor, frustrada en algún momento de su infancia, les hizo desarrollar un arraigado mecanismo de compensación de considerarse especiales. Sin embargo, la necesidad original sólo queda amortiguada a través del amor del otro, de un poco de intimidad, de compartir emociones, de ser tenido en cuenta. La clásica «mujer fatal» de tantas novelas y películas famosas no es sino una pobrecita niña que busca en el fondo los mimos y las caricias de papá, para el que fue, en algunas ocasiones, su «princesita» o que, en otras, estuvo ausente y fue idealizado.

En algunos hombres -son más numerosas las mujeres de este tipo, calificada en el Eneagrama como Dos-, la actitud se parece más a una cierta competitividad, sólo encubierta a primera vista: ellos son los primeros y, si no, lo intentan ser, por el esfuerzo o por el encanto: nunca se saltarán una cola a puñetazos, sino sonriendo, ofreciendo algún consejo o buscando la amistad de quien tenga poder para ponerles en cabeza.

Sin embargo, hombres y mujeres Dos comparten una emotividad a flor de piel; de hecho comunican mejor sentimientos y emociones que abstracciones mentales o deducciones lógicas. En medio de un clima de alta emotividad se encuentran en su salsa. La expresión continua de sus emociones puede degenerar en un cierto histrionismo: de un grano hacen una montaña y su universo emocional es «la realidad objetiva», ya que el mundo no es como es, sino como lo sienten. Suelen buscar la libertad a todo trance, por lo que la rutina y la disciplina no son precisamente sus puntos fuertes. A veces parecen niños mimados, o tal vez lo fueron en su infancia, por lo que sus caprichos y cambios de humor parecen no tener fin. Pero quien tenga un amigo o una amiga Dos lo que resaltará será sus dotes de seducción y su capacidad de ayudar, sin pedir aparentemente nada a cambio: su orgullo no le permite expresar sus necesidades, aunque sí esperan que se las satisfagan sin pedirlo. De aquí la hostilidad que surge si no recibe lo que cree merecer; pero en general será una hostilidad manifestada en forma de despreciativo silencio o de digno abandono haciendo mutis por el foro: el otro no ha merecido su cariño y le ha herido en lo más profundo de su amor propio. Le ha revelado el tabú de los tabúes: su enorme dependencia emocional, tras ese barniz de falsa autosuficiencia.

Flores - ©Ana Roldán
Flores – ©Ana Roldán

Dicen que grandes personajes como Alejandro Magno y Napoleón fueron movidos por este tipo de orgullo. Pero tal vez el paradigma de este tipo sea Cleopatra que, aprendió ya a los diez años, a la caída de su padre, que «para un rey, el orgullo y la altivez están por encima incluso del poder» y que la esclavitud y la sumisión son indignas. Entre los personajes modernos, podrían nombrarse a Elvis Presley, Elizabeth Taylor, Jerry Lewis o Madonna.

Como en todos los eneatipos, existen tres subtipos que, en el caso del Dos, y muy esquemáticamente podrían caracterizarse como: el seductor agresivo que fuerza el contacto de los demás, pero que más que sexo, lo que desea es ser deseado, ser querido como señal de aprobación; el ambicioso social que necesita la asociación con gente poderosa como fuente de protección y para cubrir la necesidad de asegurarse una posición dentro de cualquier grupo; el competitivo cuya actitud «yo primero» le proporciona su falsa identidad de autoconservación. Sin embargo, los tres subtipos pueden compartir además la existencia de múltiples «yoes», dependiendo de sus estados emocionales y de la mirada de los demás.

Nada necesito - ©Ana Roldán
Nada necesito – ©Ana Roldán

A la espera de posteriores investigaciones empíricas, a mí se me antoja que las personas que he conocido movidas simplemente por este patrón de conducta caracterizado como Dos, ya que los seres humanos por su propia riqueza se resisten a clasificaciones simplistas, podrían equivaler a ciertos rasgos de los Leo en la astrología occidental y a los «Caballos» en la astrología china.

Los “Dos” evolucionan cuando contactan con sus verdaderos deseos, en lugar de someterse a los de los demás o competir con ellos. Entonces detectan su hábito de manipular y pueden reconocer el verdadero valor de los otros como personas y no como objetos de su aparente generosidad. Tal vez entonces se den cuenta que obtener aprobación no es lo mismo que obtener amor y que el compromiso no significa pérdida de libertad sino su verdadero ejercicio consciente. En ese momento es posible que cambien el romanticismo idealizado por la verdadera intimidad. Para ello es muy aleccionador el libro de reciente publicación en castellano «Las mujeres y el deseo» de la psicoanalista y feminista junguiana Young-Eisendrath. (Editorial Kairós, Barcelona.

Cuando un Dos puede atravesar la noche oscura de la envidia, contactar con su verdadera carencia y empezar a reconocer lo que le falta, puede emerger realmente como una persona nueva, compasiva consigo misma y con los demás. Puede en ese momento dar sin esperar nada a cambio, pues ya lo tiene todo. Es entonces cuando puede transformar el orgullo injustificado de creerse especial en un AUTÉNTICO ORGULLO DE SER Y DE REBOSAR VERDADERO AMOR INCONDICIONAL QUE, PARADÓJICAMENTE, ES GENUINAMENTE HUMILDE.


La serie «Pasiones Capitales» es un aporte de Alfonso Colodrón – Terapeuta Gestáltico y Consultor Transpersonal. Las ilustraciones que acompañan a cada eneatipo pertenecen a la serie «Personajes» de Ana Roldán.

© Publicación original de 2005. Los derechos intelectuales de las obras aquí expuestas pertenecen a cada autor. Prohibida su reproducción.

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Un comentario

  1. Ana Laura Velarde Peralta

    Muy bien
    Me identifico con este eneatipo en su proceso de resurgir y sacar lo mejor de mí ,aceptando mis debilidades y partie de ahí con mis fortalezas.

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