La vanidad (eneatipo 3)

Las Pasiones Capitales
III. La Vanidad

Por Alfonso Colodrón. Ilustraciones: Ana Roldán.

Apariencias - ©Ana Roldán
Apariencias – ©Ana Roldán

La más sutil de las vanidades es conseguir que ésta no se vea. Llamar la atención sin que se note demasiado. Por ello, el tipo Tres del eneagrama puede no ser la persona que vulgarmente llamaríamos vanidosa. Al igual que la ira del y el orgullo del Dos, la vanidad del Tres está normalmente velada o, al menos, nos suele ser del tipo jactancioso y burdo. El velo más común es una apariencia de naturalidad, optimismo y eficacia: como el camaleón, las personas pertenecientes a este rasgo pueden adaptarse a cualquier entorno y triunfar en él.

De hecho, la vanidad no se encuentra entre los pecados capitales de la Iglesia católica, no tiene entidad propia, pues queda asimilada al orgullo. El máximo logro de los vanidosos tal vez haya sido imponer su pasión -que es la de aparentar para conseguir– como valor dominante en la actual cultura mercantilista de Occidente. El Tres se fija metas, planifica, cumple los plazos fijados, ejecuta fielmente las estrategias que se ha marcado para conseguir sus fines y logra sobresalir en su medio social y profesional. Hasta tal punto es «invisible» la vanidad -el fingimiento de lo que realmente se es- como patología, que no está recogida en el «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales» (DSM-III. No es una coincidencia que el DSM sea un producto estadounidense y que la cultura de Estados Unidos valore tanto al conseguidor, al ejecutivo eficaz, al triunfador. Y sobre todo que sea la sociedad de la imagen por excelencia, el paraíso de la publicidad, en donde cuenta más el envoltorio que el contenido, el personaje más que el político, el eslogan antes que el programa y, en definitiva, el gesto mediático más que la verdadera intención.

Curiosamente, en los grupos en los que se trabaja el Eneagrama, la gran mayoría de los que se incluyen en este rasgo son mujeres. Quizá, porque en una sociedad predominantemente machista, muchas mujeres hayan tenido que depender más que los hombres para ser y existir de la mirada del otro: del padre, de la madre, de los profesores, del novio, del marido, de los colegas de profesión, de la sociedad en general.

Asomándome - ©Ana Roldán
Asomándome – ©Ana Roldán

Los Tres fueron generalmente valorados en su infancia por su hacer más que por su ser, por su conducta más que por sí mismos, por sus logros más que por los esfuerzos que hacían para conseguirlos. En muchas ocasiones, vivieron como una carrera de obstáculos la consecución del cariño o del reconocimiento y la satisfacción de la simple necesidad de ser tenidos en cuenta. Había que adaptarse a los deseos de papá o mamá para tener una identidad. Y fueron creciendo creyéndose ser aquello a lo que se adaptaban. Y ésta es precisamente la tragedia del Tres: no saber quién es en realidad, porque no desarrolló desde que era niño o niña el hábito de contactar con sus propios sentimientos y deseos. Llegó a creer que la mirada del Otro le hacía existir y que los demás sólo podían apreciarle por su actividad y por su imagen. En la loca carrera por agradar y triunfar, es lógico que aparezcan el estrés, la ansiedad y los infartos como enfermedades típicas de este rasgo.

Ante la falta de verdadera identidad, se aferran a la seguridad que se dan a sí mismos y que generan a su alrededor. Unos la pondrán en la riqueza material –hombres de negocio de éxito internacional como Walt Disney-, otros en el triunfo social y profesional -políticos como John F. Kennedy o Ronald Reagan- y algunos en el atractivo sexual, como Marilyn Monroe, como prototipo de la «diosa sexual», capaz de atraer al sexo opuesto a costa de vivir, según su propia confesión, el personaje que ellos se inventaban: «He permitido que los hombres se engañen a sí mismos. En ocasiones, no se han preocupado en averiguar quién o qué era yo. En lugar de eso, se inventaban un personaje. Ni me molestaba en discutir con ellos: era obvio que buscaban alguien que no era yo…«.

También es muy típico que puedan ser polifacéticos y triunfar en lo que se propongan como el cantante, actor, presentador de televisión y muchas cosas más Miguel Bosé, hijo de actriz y de torero famosos a los que obviamente tenía que emular. Pero si hay algo en lo que fracasan, salvo que tomen conciencia de que toda su vida es un esfuerzo por gustar, estar a la moda y ser alguien para los demás, es en vivir intensamente lo que son sin representar ningún papel. En una memorable entrevista televisada que hizo a Chavela Vargas, se le ve naufragar, intentar quedar bien, achicarse, ante una fuerza de la naturaleza que se ríe de sí misma y del mundo y que pasa totalmente de su imagen y del qué dirán. Cualidades todas ellas de las que carece el Tres, pero con las que podría vacunarse de su verdadera angustia: el vacío de no saber quién es en realidad.

Por ello, rara vez los Tres se dejan tiempo libre para la soledad y la reflexión. Prefieren el grupo ante el que brillar y la actividad que les defienda del riesgo de los tiempos muertos, ante los que sienten un auténtico pánico. Si descansan, lo hacen como preámbulo necesario a la siguiente actividad. Si fracasan en algo, rápidamente lo minimizan y tienen en mente un próximo logro más seguro. En sociedad suelen ser brillantes, en equipo, eficaces, en familia, responsables, con los amigos, serviciales. El leit motiv: mantener la imagen; si para ello hay que competir, se encuentran en su salsa. La intención final: todo ha de servir, incluso las amistades, para conseguir sus metas. Por ello podría decirse del «vanidoso» que es un ejecutor, un conseguidor y un mercantilista. Se vende bien y vende bien todo lo que le rodea.

Precisamente este «don» de la imagen, de quedar bien en cualquier situación, de adaptabilidad al medio, hace que sea a veces muy difícil detectar a un Tres, que parecerá muy mental e intelectual en un ambiente universitario; mundano, divertido y emocional en una fiesta social; y aventurero, pasional o hippy en unas vacaciones en el Amazonas. Una pequeña clave para distinguirlo en un grupo podría ser su disponibilidad a gestionar los planes, a dirigir el cotarro, de una manera suave, sin imponerse demasiado ni suscitar ninguna oposición. Recuerdo la forma en que una Tres se ofreció como quien no quiere la cosa para ser la portavoz de un grupo de trabajo: antes de que nadie pudiera proponerse, ya estaba tomando eficazmente notas con aire de mosquita muerta y mucha diplomacia. Resultó ser una terapeuta competente y versadísima en siete u ocho técnicas, que había trabajado con los mejores especialistas del mundo. Simplemente no suscitaba la competitividad de los demás, pues ella la tenía incorporada como una segunda piel.

A quien le interese la Homeopatía, el Tres se ha asociado con «Phosphorus». Según Catherine Coulter, «emocionalmente es comprensivo, impresionable y sensible a la vibración del otro… Posee una intuición muy fina en su trato con los demás y los predispone a su favor con pequeñas atenciones verbales, con cálidos elogios o mostrando una consideración enternecedora… Es gregario y necesita gente a su alrededor para sentirse entero, bien y feliz… Se considera más sensible y refinado, más intuitivo, más entretenido, más dotado y más espiritual que los demás… Tiene temperamento de actor. Debajo de su genuina sociabilidad subyace la necesidad de audiencia y… necesita del aprecio y atención de los demás para sacar lo mejor de su propia naturaleza y sentirse vivo».

Apariencias (detalle)- ©Ana Roldán
Apariencias (detalle)- ©Ana Roldán

Así pues, el mayor peligro de este tipo de personalidad es que puede creerse tanto sus sucesivos papeles, captar tanta atención y tanto aprecio que pueden morir de éxito. Dicho de otro modo: si ninguna crisis llama a su puerta, por una enfermedad grave, un pérdida dolorosa, un fracaso estrepitoso… pueden mantenerse permanentemente alimentados por la mirada ajena, incluso por la admiración expresa o la envidia tácita de los demás y seguir engañándose y engañando sin llegar nunca a contactar con su verdadero Ser. Incluso cuando acude a terapia, puede ser el paciente perfecto que proporciona al terapeuta el material que cree que éste necesita.

Un Tres que entre en una vía de desarrollo personal no tiene más remedio que afrontar su miedo a mirar hacia adentro, su pánico a detenerse y poder estar sin hacer, a fluir sin controlar, a vivir el presente sin planificar los próximos minutos, a permanecer solo sin engancharse al primero que se le atraviese en el camino o le llame por teléfono. La meditación es una excelente vía para quien se halla dominado por la pasión del fingir y del hacer como sustitutos del simplemente ser. Con un poco de práctica es posible que llegue a la máxima TRANSPARENCIA y HONESTIDAD. Es entonces cuando no necesitan adaptarse a lo que creen que los demás valoran de ellos, sino que pueden convertirse en auténticos MODELOS para los demás, sirviéndoles de guía en la seguridad, autonomía, eficacia y entusiasmo que pueden llegar a emanar.


La serie «Pasiones Capitales» es un aporte de Alfonso Colodrón – Terapeuta Gestáltico y Consultor Transpersonal. Las ilustraciones que acompañan a cada eneatipo pertenecen a la serie «Personajes» de Ana Roldán.

© Publicación original de 2005. Los derechos intelectuales de las obras aquí expuestas pertenecen a cada autor. Prohibida su reproducción.

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